OMAR ARDILA

Poeta, ensayista, analista cinematográfico e investigador en temas históricos y literarios. 

Ha publicado Alas del viaje en un instante (2005), Palabras de cine ( 2006), Corazón de Otoño (2010), Espejos de niebla (2012), Antología de poesía anarquista – Tomos I y II (2013), Cartografías cinematográficas (2013), Esquizoanálisis y pensamiento libertario (2015),  Devenires menores (2015), Luces sobre las piedras (2016), Las cinco letras del Deseo – Antología latinoamericana de poesía homoafectiva del siglo XX (2016), Pensar es no pensar lo mismo (2017), A la sombra del abismo (2017), El gesto exterminador de un anarquista-Aforismos de Vargas Vila (2018), Tinta y celuloide (2019) y Al amparo del bosque – Antología colombiana de poesía homoafectiva (2020). 

Es creador de los blogs Cine Sentido y Pensar, crear, resistir.

***

Restauración de la herida

1

Hay una voz de fuego en las carnes voluptuosas

y una urgencia en la mirada del hombre-máquina

Hay abundante miel vertida con desdén en la acera de los mendigos

y un empalagoso diálogo con las moscas

Hay palabras de dioses muertos

en las partituras de las tinieblas

He vivido más noche que la noche

en estas esquivas calles donde también soy un cadáver.

2

Vuelvo el rostro a las horas sin historia

y me apropio del evangelio de los nobles

Sigiloso, profundizo en la estación de la muerte

y le robo moléculas de aire al cuerpo autómata

que sólo respira ante la presencia del látigo

Ineluctable silencio 

en los cientos de años con el cántico abortado.

3

Todo se va en el río de las ilusiones:

anoche era una mirada desorientada de Dios

y ahora soy una brizna de silencio

Atravieso oscuros laberintos y retorno incólume

a danzar con las piedras y a cultivar semillas de luz

en los obtusos caminos que esperan mis pasos

Un instante sin voces es todo lo que tengo

Un instante alado para consumir el hastío y abrazar las fisuras del universo por donde se cuela la muerte.

4

En aceras encendidas por pústulas de sangre, 

el balbuceo de los infantes desplazados

y sus miradas perdidas

en el horizonte blindado por el olvido

La herida vuelve a llamarnos desde el fondo de la noche.

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Mujer andina

A mi madre

La mujer soplo, la mujer vientre, la mujer madre;

la mujer que conversa con la luna.

Ella labra la tierra (su única morada),

eleva una plegaria en cada semilla que esparce

y recoge frutos de amor en el crepúsculo.

Ella danza en silencio

con su música interna

y retorna a su sembrado

con las pisadas hechas cántico.

Ella llora tras la partida del sol

pero se entrega a los sueños

impregnada de ilusiones.

Ella teje las raíces de la vida

y se apropia de las incertidumbres del tiempo.

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La ciudad de la angustia

Para Alonso Londoño

En esta esquiva ciudad que me consume, todo ha quedado reducido a una enorme ventana por donde se fuga la única ilusión que me sostiene: levantarme de ésta arraigada silla y caminar de espaldas para olvidar el extravío del tiempo que me trajo al recinto del cuerpo abofeteado por la crueldad.

En esta ciudad de nadie, aprendí que la vida era un interminable sueño, donde persistían inmóviles mis huesos frente a todas las puertas despejadas.

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Himno

Somos sueño de otro cuerpo

Somos soplo de la noche

Somos imagen del abismo

Somos memoria del olvido

Somos vida de la apariencia

Somos muerte de Dios

Somos, sin ser

En el único instante que vivimos;

en la única palabra transfigurada en himno:

¡NADA! (Bis).

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Desesperanza

…hay el dolor de saber que uno es la herida,

y hay el dolor de no saber si duele.

Fernando Fernán Gómez

Adivino el desvarío de la palabra

en el rostro de los cuerpos mutilados.

Descubro esquivas señales de alborada 

en la noche interminable del despojo.

Reposo, al alba, musitando una consigna,

en la casa almibarada de la sangre.

Sólo he visto ínsulas esquivas,

dioses al otro lado del abismo construyendo sepulcros.

Y este cuerpo, 

exhausto,

se desgaja ante la llegada de la luz 

en corpúsculos sin tiempo.

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Simulaciones

Los espejos han perdido el rastro del paraíso; 

en su última imagen solo quedan los cuerpos caídos 

y un poco del albor que sus palabras anunciaban 

desde la silenciosa trinchera.

Los espejos vaciaron las miradas,

socavaron los gestos 

y ahogaron las rosas que sostenían el poema.

Los espejos

simulación de la muerte,

escritura del olvido.

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