Jorge Valbuena (Facatativá, Cundinamarca, 1985). Integrante del Comité editorial de la Revista Latinoamericana de Poesía La Raíz Invertida. Ganador en el Concurso Nacional ¨La poesía, pintura que habla¨, de la Casa de Poesía Silva (2017). Premio Distrital de Cuento Ciudad de Bogotá (2014). Es autor de los poemarios La danza del caído (2012) y Pasajera de agua (2014), publicados por El ángel editor, Quito – Ecuador, y de los libros Árbol de navío (2016), de la Editorial Cuadernos negros, Calarcá – Quindío, Gramática de los cielos, Editorial La Raíz Invertida (2020), Cambio de agujas, Editorial Taller Blanco (2021).
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ANTE UN CUADRO DE TURNER
En un cuadro de Turner hay un poeta. Es Ovidio, dice la nota bajo su marco luminoso. Me acerco un poco más a la pantalla para ver el certero instante diminuto que se guarda entre los pliegues soleados de cada milímetro de partitura. Agrando la imagen hasta pixelarla y entonces escucho el latido del hombre amarrado que dice la nota que es poeta y que es Ovidio y que anda agitado. Se logran sentir los vórtices de su respiro. Lo llevan a una barcaza que desamarran otros hombres que el tintineo incendiado del sol no deja percibir, si son un tornado de luz en las arterias del día o solo sombras sin destino que han perdido el delirio de su llama.
A esta distancia del sonido ya se oye un delgado susurro dorado que sueltan desde el fondo de sus orillas. El poeta no es el centro del cuadro, nunca lo es, sino ese susurro que ronda ahogando todos los costados de Roma en un verso, largo como un río, extenso como un retazo de diluvio. Llevo el cursor hasta la lupa, sigo removiendo rayos de sol mientras destierran al condenado. Todo lo encandila ese instante subterráneo, tras estos muros portátiles el sol sigue inundando el precipicio. Un tizón encendido sigue esculpiendo el agua.
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GRAMÁTICA DE LOS CIELOS
Mi abuelo veía barcos donde yo veía orugas. Una nube puede ser muchas cosas –me decía– quizá mi barco sea tu oruga, si de repente a la nube le crecen alas el mío ya entonces será un avión y el tuyo una mariposa. Coleccioné así mis primeras lecturas siendo niño. Algunas eran trágicas cuando terminaban atravesadas por un relámpago. No siempre las nubes cuentan historias inofensivas. Otras me hacían reír hasta que caía la tarde.
Abuelo siempre fue un gran lector, incluso cuando llegó a buscarlo la ceguera, me advertía que no me confiara de lo que creía haber visto en las nubes si quería llegar algún día también a descifrar noches, eclipses, constelaciones, hasta el respiro de la niebla. Ellas nunca permanecen fijas, su función es contar, aún si cierras los ojos, la historia seguirá avanzando sobre tu cabeza. Yo no lo creía cierto, siempre pensé que era una más de sus motivaciones para hacerme recordar nuestra costumbre… hasta aquella vez que caminé con él bajo la lluvia. No abras el paraguas –me dijo– escucha lo que hemos escrito tantas veces en nuestro idioma.
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TRILOGÍA DE ALTAMIRA
I
Por no poseer barcas
ni apellido de Noé
los hombres naufragaron
en medio de las cuevas
Pigmentos de ahogo y soledad
pintaron animales elevándose
hasta el mar que cubría
el cielo de las rocas
Allí flotando en el olvido
salvaron las especies
de otras orillas sin rumbo
II
El hombre que pintó las cuevas de Altamira
iba en busca de alimento
El hombre que las descubrió
iba en busca de su perro
el perro que se perdió iba en busca de la tarde
III
Una niña en 1879
mientras su padre buscaba tesoros en el suelo
le avisó:
¡Papá, mira esos toros hundiéndose en el aire!
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ZAPPING
Mi padre frente al televisor
sentado en el sofá
acomoda el mundo.
Lo he visto repasar la historia de sus manos
en los setecientos canales que a diario desacera
llamar al árbitro por el mismo nombre
y a la reina de Inglaterra burlar por su
extraña forma de sembrar un ataúd
¿De qué trazos invisibles está hecho el mundo?
A mi padre le basta con lanzar una mueca al vacío
para cambiar el destino de los hombres, la ciencia, el pasado.
De las bombas que rugen en las selvas
se va hacia los rugidos de un león bajo un sol dinástico
y de la rosa de un septiembre negro
decide mejor pisar las aceras de una ciudad gótica.
Todo puede pasar en el azar de la tierra
hasta una noche atravesada por un rayo de hielo
que el silencio deshace para que nadie vea.
Nadie mira a la luna que repta
hace mucho no se transmite en vivo y en directo
ninguna alunización.
La última vez todos corrieron buscando un candil.
La lluvia cae sobre la noche
y mi padre sube el volumen para desaparecerla,
también he visto rondar el viento adolorido
y curar en un comercial su enfermedad.
El mar se puede contemplar en el 116.
Un maremoto en el 312 arrasa con una prisión.
Los extraterrestres llegan en el 569.
Muere un cazador de faros en el 92.
El tiempo se acaba en el 46.
Mi padre frente al televisor
sentado en el sofá
acomoda el mundo.
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NUDOS EN EL TEJADO
Todos los gatos buscan tejados donde posar sus dudas.
Como esta noche y este gato
que da vueltas y vueltas sobre el mismo asunto.
Ha ronroneado tanto que ya me explico
su difícil certeza de ser un simple gato
y no poder atrapar ese ovillo de lana
que cuelga de la altura,
es ovillo de luna -le digo-
pero ya he dado tantas vueltas y vueltas
sin poder atajar el insomnio y encerrarlo en mí vacío,
que hemos terminado siendo el mismo.
El me entiende,
yo lo entiendo,
no entendemos el mundo.
Algo adentro me ronronea
sobre los tejados de mis sueños abandonados,
un intacto ovillo de tumba que no he podido descifrar.
Es ovillo de lluvia, me aturde una gotera,
y no ha querido aferrarse a mis ahogos.
Todos tenemos un animal adentro
que nos refleja.
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ESCAPULARIOS
Ercilia escucha noticias
para no sentirse sola
camina por la casa como por una multitud
barre duerme se inventa
una ciudad de voces que le aleje
tantos recuerdos hacinados
Presiente el mundo
entre nadies
vociferan que aquí y allá
pasa el tiempo importado
se entera del incendio
en una fábrica de hielo
de una masacre de ayeres postergados
de la prisión que perdió sus sombras
del precio de la brea
Es poca su atención, pero le crecen
habitantes sin destino entre sus manos
quemó los almanaques hace meses
le da igual si es luna llena o brilla
una efeméride desconsolada
quiere ser nieve
en una noche sin ahoras
y periodista de la nada
para informar
las últimas lloviznas del silencio