FERNANDO GUTIÉRREZ

Fernando Gutiérrez es uno de esos poetas o escritores que podemos llamar tardíos, ya que sus escritos empezaron a publicarse después de los 40 años, cuando Uniminuto editó su libro de cuentos “Cuente a ver” (2010), a partir de los cuentos que hizo para que los cuenteros del programa del mismo nombre que se emite a través del Canal Universitario ZOOM TV.

Y es que si bien Fernando Gutiérrez empieza a publicar su literatura de manera tardía, él ya se fogueaba en el mundo de la escritura para cine y televisión, entre los que se destaca su trabajo como argumentista, libretista y miembro del Taller Creativo de Proyectamos TV y PUNCH TV, además, fue finalista dos años del concurso nacional de guion, primero con COLCULTURA y luego con el Ministerios de Cultura, en compañía de Fabio Medellín y María Teresa Ruiz, con los guiones “Rumor en el barrio” (1997) y “Sombra en el barrio” (1999).

Fueron los Talleres de escritura literaria y poesía los que lo impulsaron a escribir y publicar, más allá de su trabajo para los medios audiovisuales, primero con Isaías Peña en el Taller de Escritores de la Universidad Central, donde se conformó el grupo del TEUC 30, con motivo de los 30 años de este taller, al cual pertenece y luego con los talleres de poesía de la Central, con Álvaro Miranda y lego en el de Federico Díaz-Granados, en el FCE (Fondo de Cultura Económica de México); en el mismo FCE hizo el Taller de novela corta dictado por Miguel Ángel Manrique.

En este momento, a partir de su libro de cuentos, también publicó, con Piedra de Toque, su poemario “Corazón de vientre” libro que nació como crónica poética a partir de sus publicaciones en Facebook, donde narra el sentir de quienes tienen que vivir la agonía de un ser querido. También ha publicado humor escrito, este sí en su época de juventud en Siglorama, gusto que retomó ahora en tiempos de pandemia con sus escritos publicados en “A destiempo”, una propuesta multimedial de la Escuela de Medios para el Desarrollo de Uniminuto. Seguramente, en 2022 saldrá publicada su primera novela cuyo título aún no ha resuelto, pero que, por lo pronto se denomina “Hernando Pereyra, crónica absurda de un esmeraldero”.

***

Del libro Corazón de vientre:

Mayo 9, 6:22 p.m

El sol brilla mientras se oculta.

En el oriente las ventanas de la montaña centellean.

Es la luz de la vida que se va

dejando su reflejo en el alma y el corazón.

Pasa otro día

la partida se posterga,

el tren de la ida sin regreso

se retrasa.

Se entretiene en otra estación,

su maquinista sombrío no tiene afán.

Los niños se despiden en un abrazo de sal.

Los rieles se unen en el horizonte.

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Mayo 17, 7:39 a.m.

Hemos dejado atrás

el sufrimiento y el dolor:

no más exámenes, agujas, sondas

no más batas blancas:

médicos, jefes, enfermeras.

Cenizas:

nueva realidad.

Nostalgia:

inmenso vacío.

Melancolía:

Notas de violín eléctrico.

Espíritu:

vuelo directo al cielo.

Ahora paz y sosiego,

esperanza en presente.

Ahora no hay temor.

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Días en coma

En urgencias,

soy el vigía impotente de tu sombra.

Con sedada paciencia acaricio tu cabeza

en el inicio de una larga pesadilla.

Abrazas los huesos de tu cuerpo

con más angustia que en noches anteriores.

Separada del mundo

andas adherida a cofres que titilan vida.

En soledad,

las lágrimas se resignan,

y desfila tu agonía veinte días

en posibles imágenes que escoltan tu partida.

En tu ventana florece un milagro,

de repente surge la vida

que sobre las sombras se impone.

¡No es hora de partir todavía!

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Corazón de vientre

Siempre está presente,

corazón de vientre,

despiadado y eterno,

sórdida nube negra.

Fuerte punzada te mantiene

atada y encorvada, en cama te páraliza.

¡Insondable mirada!

Con el abdomen inflamado,

quieres desentenderte, más no te deja olvidarlo.

¡Mal en tiempo presente!

Maligno dolor de hiedra

en rictus que marca tu faz.

Un día, dos días, la semana…

cerril burla de la morfina.

Te miras desde el fondo

y tu mente vaga,

encadenada al bruñido en punzadas.

Otras veces te revuelca,

destilas gotas de sudor.

Burla provocadora,

suspiro que intimida.

Con mil fachadas se presenta:

Uno, dos, tantos meses, otro año.

Te enviste con tono alocado,

enemigo esquivo.

Corazón de vientre

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***

De las ediciones Sobres de primer día, de Piedra de toque:

EL HUMO DE LAS COSAS PERDIDAS

Perdí el botón de la camisa y mi moneda de dos centavos.

Perdí mi maleta de A, B, C, la cambié por caramelos debajo de una puerta. Perdí a Deyanira mi amada profesora de segundo de primaria y con ella se fueron cabalgando mis

ensueños.

Perdí la inocencia antes que la infancia sin darme cuenta del largo de mis alas. Perdí mis revistas sepias de Tamakún, Arandú y Kalimán y los juegos de cajas con cartas, dados,

fichas y mil momentos de azar.

Perdí cien perros con nombres distintos:

Romel, el Pastor Alemán, Happy y Flipper, uno hijo del otro, enrazados de Lulú de Pomerania,

Y en una tarde de trasteo, a la motosa Maravilla que atacaba la ventana y sonreía satisfecha.

Perdí a Carrasquilla, mi gran amigo, y sus libros quedaron suspendidos en estanterías de vacío.

Perdí mi gran amor platónico, el de los sueños de infancia y lo recuperé ya grande para volver a

perderlo.

Perdí mil mujeres de ilusiones y aventuras, por una sola, de la que me abrazo cada noche y

duermo complacido.

Perdí a mi padre en una tarde de segundo infarto y a mi hermana que voló en una enfermedad

extraña.

Perdí los tíos de la infancia con voces susurradas.

Perdí mil imágenes en un rincón de la memoria, imágenes de mil recuerdos que son ausencia

ahora

En ese mismo rincón, o quizás en otro, perdí el nombre de las cosas, y mi mente se llenó de

olvidos, hoyos en el vacío.

Perdí amigos en el fondo de una copa de vino y de ellos no queda ni siquiera la resaca.

Perdí mil pasos andados en la espesura del bosque o en caminos de barro azulado.

Perdí un reloj en el bolsillo y mil sombrillas bajo la lluvia.

Perdí mi maleta de viaje con los suvenires de España y los zapatos viejos que su tierra andaban.

Perdí la noche en que la ilusión tocaba mi puerta, no le abrí por miedo a que no volara y en cambio

me dejara caer en el fango de la nada

Perdí la esperanza de recuperar mi alma, ella se fue abrasada entre el humo de las cosas perdidas

Y mi mente cada noche teme encontrarla en un cajón del armario, que me devuelva las cosas

perdidas y me quite la ausencia que estas me dejaron.

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