Magda Pinilla (Cúcuta, Norte de Santander, 1985).Licenciada en Idiomas Modernos y Magíster en Literatura de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia. Participó en el taller de narrativa R.H. Moreno Durán, de la Red Nacional De Talleres (RENATA), Tunja. Poemas suyos han aparecido en las antologías Cultura al riel, del Teatro Popular de Tunja (2012); En la cuerda floja, Corporación Cultural Alejandría (2019); Antología de poesía erótica, Cuerpos habitados, Ediciones Exilio (2021); El paisaje que soy, muestra de poesía digital del taller de poesía Horizontes poéticos (2021); Desde la luz preguntan por nosotros, panorama de poesía colombiana contemporánea, Fundación Pablo Neruda, Chile (2021); La inefable nostalgia de los mangos, Antología digital del Taller de escritura creativa, El Ángel Editor, (2021). Es autora del libro de investigación-creación Emily Dickinson, Caja al abismo publicado por la Editorial Académica Española (2016) y del poemario El lugar exacto de mi noche, Épica Ediciones (2020).
.
***
Caperucita
Ella te observó lo suficiente
en haces de luz y polvo divisó tu figura
el viento ocultó el resoplido
de la bestia tras las ramas.
.
Desconfía del agua quieta
de los días de sol
de los nidos abandonados
y los cuentos de hadas.
.
Huye de los puentes rotos
no entres en el bosque
toma tus viandas y colma tu vientre
reposa mirando el cielo plomizo.
.
No desesperes.
Que tu garra aguarde
el justo momento
el ruido de una perilla que se abre.
.
Entonces
habrá un colmillo
en una piel blanca
y será el amor.
.
.
.
.
No mirar
De frente
Con ojos cerrados
el oído se aguza y se ajusta a la música
de adentro.
Un balanceo invariable sobre un ave metálica
máquina palpitante
a punto de embarcar
—siempre he sabido que es peligroso intentar las
cuestas con los ojos cerrados—
aire a bocanadas
y luego,
solo la imaginas,
presintiendo el estruendo
el beso
la oscuridad de los cuartos
filamentos encendidos
que se agolpan en tu centro
óleo sagrado
crisálida rota
inundando la casa
ventanas cerradas
mientras el mundo de adentro
lanza la ola en tu pupila.
.
.
.
.
Película muda
La taza humea el cristal.
Dos mujeres
hablan en la lengua del silencio.
Las manos danzan, se baten,
dibujan el paisaje
para una historia imaginaria.
Mis ojos leen el vacío,
contorsiones audaces
trípticos de Bacon
que desentonan
con los labios desolados.
Se presiente el desastre.
La orden discontinua
llega a la mujer del mostrador.
La impasible anfibia
ha escogido lo primero a su paso:
pan y café.
Las manos se levantan y agitan
para celebrar
el pequeño triunfo matutino.
¡Bendito azar!
Mientras los créditos ascienden
el ruido, ajeno hasta entonces,
arremete con violencia.
El claxon destruye el sigilo,
la calle y sus efluvios
regresan con su estertor habitual,
entran al lugar
y borran la gran pantalla.
Las actrices se ocupan de la merienda.
Las luces se apagan y una voz en off dice: corte.
.
.
.
El espantapájaros
Pequeña ave mía
ya no vendrás a cantar todas tus horas
en el inodoro de los perros.
No habrá deleite de pálidas larvas
ni grano dorado
que sacie el encierro del metal.
Ese es el precio por caer rendida de amor
y ser capturada por un hombre
que goza de la suave coincidencia:
enchufes calcinados
pájaros rotos
y días ordinarios.
.
Niña ciega
el calendario gotea
No marchaste en el tiempo acordado
no seguiste a tu amigo de satín azul
que adornaba el lecho
de tapas y plumas
de flores y babas
cuerpo esponjoso
presto a impactar tu casta cloaca
perdida arquitectura del deseo
mientras mis ojos de paja
añoraban tu abrazo
con urgencia de vacío.
.
Amor corroído
quisiera tener cerebro
y menos rencor
ser hábil con mis filamentos
soltar la cuerda
de tus ojos yertos
derribar las hojas secas
del último mástil
o encender una cerilla
y fumarme esta vida
bosque infinito
en esta visión.
.
¿Acaso sueñas
con las baldosas del parque del pueblo
o de la cúpula sagrada?
Defecas e imaginas
la enfermedad del amor
alucinas con el vestido color chicle
de aquella niña que corre tras las palomas
o con la plaza de mercado y sus festines para almorzar.
.
En esta hora solo te acompaña
la portada de un diario
en la que vacías todas tus miserias
¿es el titular de una guerra prematura?
.
Sigo atado a la cerca.
.
Cuando el hombre me vea roto
me llevará a la lumbre
y seré bautizado
entre fuego y humo
para llegar a tu cuerpo podrido
mientras algo hierve en la estufa.
.
.
.
.
Diario de algún día del mes de abril
Te cuento que estos días hemos estado en nuestras casas como aves enjauladas. Nos hemos pasado las horas observando a las palabras deslizarse impasibles en ventanas de cristal o en pantallas luminosas. Pasan también los rostros medio ocultos y uno que otro conocido que se marcha en un carrito que parece de helados, se vuelven un humito blanco en los hornos crematorios. Vuelven al origen, así como los zorros han vuelto a la ciudad, su territorio ancestral olvidado.
.
Verás, cuando uno sostiene un ave en su mano es como si lograra aprisionar un corazón inquieto, sustancia sonora, un tibio universo de alas, ¿qué se siente ser ave allá, bajo las capas de fluido y sombra?
.
Al salir podrás acariciarlas, verlas surcar el imperio celeste y beber de las nubes el maná oculto por el dios del destino. Algún día podrás disfrutar del concierto del jilguero.
¿Quieres llorar ahora? Llora. ¿Cómo va uno a decirle a alguien que no llore si hay tantas razones? Y aunque no las tenga, el llanto es nuestro primer legítimo derecho. Que se pudran los que se quejan del llanto de los bebés, a los que les molesta la estridencia de la vida. Ellos se acostumbraron pronto a la desolación. Los conformistas de turno, los que creen que todo marcha bien y no recuerdan ese canto primitivo: el lenguaje universal del mar que cargamos dentro.