Felipe Donoso nació en Bogotá. Ingeniero Civil. Ganador del I Concurso de Poesía Eduardo Carranza (2003) y de la convocatoria “Nuevas Voces parta la poesía colombiana” del XXI Festival Internacional de Poesía de Bogotá. Ha participado en el Festival Rionegro de Letras, el Festival Poético de Tenjo, el Festival Tierra del Sol y el Festival Internacional de Poesía de Bogotá. Ha publicado El reino del hombre (El Taller Blanco Ediciones, Cali, 2020) y la antología Dandelion (Editorial Seshat, Bogotá, 2021). Su poesía ha sido publicada en las muestras colectivas Tierra del Sol (2021), El rayo que no cesa (2013) y en la Antología Poética Universitaria (2002). Su poesía ha sido traducida al portugués.
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Balam
Si algún día te preguntan sobre Dios,
Diles que vienes de los valles del Nahuel,
Y que más allá del río,
Donde se oyen los tapires,
Algo viene caminando.
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El hijo de Prometeo
Yo vengo del tiempo,
De la confusa dispersión de las naciones,
De los hombres que se quitaron los ojos
Y se comieron la piel.
De los suicidas,
Los fratricidas,
Los que usurparon la tierra.
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Yo vengo de Nínive,
Del holocausto,
De las cosas extintas,
Las ausentes.
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Nada detendrá el incendio:
Ni los hijos de Cuauhtémoc,
Ni las flores de Hiroshima
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Carta a Abigail
Todo empezó en el silencio,
En el vacío:
Grandes nubes de oro dieron forma al universo,
A la confrontación.
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El polvo y el fuego formaron galaxias,
Estrellas,
Planetas,
Y la luz se fue volviendo oxígeno,
Partícula,
Tormenta.
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Luego todo se enfrió.
Sobrevino el crecimiento:
Dinosaurios, mastodontes, habitantes.
Y algo monstruoso aprendió a caminar,
A volverse reptil,
Mamífero,
Neandertal.
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Éramos los hombres naciendo del tiempo,
De la corteza,
Del bisonte.
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Nosotros dos, amada Abigail,
Descendemos de aquellas oscuras piedras,
De aquel silencio donde brotaron las aldeas,
Los altares,
El idioma.
Pero los hombres fueron destruidos.
El pacto social fue deformado.
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Amenhotep IV
—El rey loco—
Se postró ante el único dios que no tuvo rostro
Sino dientes.
El dios de Egipto era un dios sin ojos para vernos
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Y así todo fue cayendo:
Tebas,
Sidón,
Esparta,
Cartago,
Venecia,
Ístanbul.
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Pero pese a la muerte de los hombres siguieron creciendo las industrias,
Las ciudades,
Y aquellos que estaban rotos debían seguir estando rotos:
El marginado,
El hombre sin pierna,
El bobo sin ojos,
La loca triste,
La puta con hambre,
La familia sin tierra.
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Yo me pregunto
¿Qué clase de hombres vendrán a partir de nosotros?
Los hombres del futuro no serán como Villaespesa y Spinoza.
Debemos descifrar los signos como se adivinan las bestias nocturnas,
Como se presienten las olas en el río.
Pero la voluntad del río no es la voluntad del hombre no es la voluntad del tiempo.
El universo es esta incógnita que me espanta.
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Al menos esta noche, amada hija incierta,
Buscaré tu nombre en estos versos de la tierra.
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Mañana quizá te encuentre,
Mañana quizá no.