Estefania Almonacid Velosa, nació en Bogotá (1991), es periodista y magister en Estudios Literarios de la Universidad Nacional. Autora del poemario Zalamera, un homenaje a la salsa y el bolero, de la editorial Piedra de Toque (2021). Su trabajo cronístico y literario ha sido publicado en diferentes antologías nacionales e internacionales, y en su blog de periodismo literario Los desvelados. En el año 2021 le fue otorgada la beca Periodismo Cultural y Crítica Literaria, de Idartes, con el proyecto titulado: “Un recorrido por Bogotá con Emilia Pardo Umaña”. Las imágenes que acompañan los textos son obra de la misma autora.
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El llamado
Al medio día olía a yuca y carne guisada.
Luego la mezcla de aguacate, tomates, cebolla y apio.
Son otras tardes
otro lugar
otras manos morenas que cocinan.
Mientras juego en la terraza:
el ruido de las ollas
la conversación de los adultos
correr por las escaleras
la televisión encendida
o Radio Recuerdos en el dial
la fruta en la licuadora
el sonido de la rueda del teléfono.
Esos días lo eran todo.
Por las rendijas el vapor hace piruetas.
Llegar al comedor era igual que mantener el equilibrio
y ganar en la rayuela.
Vuelve ese olor
el mismo plato servido en la mesa
de nuevo el coro, el llamado a almorzar.
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Siempre en la pista
Dejar el armario abierto
salir de prisa al tumulto
y lograr mantenerse de pie.
Es cuando entro sin pedir permiso
y con todas las agallas me adentro en esa efervescencia
que me despide y me invita de nuevo.
Hasta que la orquesta reclama la entrega y me premia
porque he inventado impulsos con la sabiduría
de la salsa.
Me vuelvo legendaria
con la mirada sostenida y el paso firme.
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Meridiano
Con la frente inundada de peces
recorro los naranjos.
Anuncio que la memoria
jamás fallará al subir la peña.
Es allí donde está enterrado
el álbum de flores disecadas
el espejito
y la pintura de la mujer con tacones.
Busco una tarde de pelícanos
frascos y caminatas de selva
aullidos, moluscos y tazas de sal.
Duermo sobre el escritorio
en medio de tantas postales
que me inventan las estaciones.
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En la orilla del mar
Era demasiado rápido para partir
o lo inquietante
que hace tiempo se fue.
El canasto no va a resistir la espera
y las profundidades acechan.
No le mandes decir nada
estoy cansada y solo se escucha:
«Luna ruégale que vuelva
y dile que la espero
muy solo y muy triste
en la orilla del mar».
Pero la calma no llega
en el canto de arrecife.