Erika Patricia Mora Rodríguez (Choachí, 1997). Inició sus estudios en el Colegio Departamental de la Vereda El Hato. Estudió Gastronomía en el Instituto Superior Mariano Moreno de Bogotá. Participó en el Taller Local de Los Mártires y en el Taller Distrital de Poesía de Bogotá ambos del Instituto Distrital de las Artes –Idartes. Actualmente tiene dos poemas publicados en el libro Bogotá cuenta (2019) y un libro becado por el ministerio de cultura para publicación de obras de autoras de los grupos étnicos y población de interés, categoría mujeres campesinas llamado Detalles mínimos.
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Como si fuese el Edén
Abuela salía
a mercar cada mañana
al jardín
tomaba el azadón
movía la tierra
desenterraba la yuca.
Luego cortaba las hojas del durazno,
trillaba los pastales
hasta encontrar el toronjil,
levantaba las gallinas de sus nidos
y tomaba los huevos.
Llevaba un escalón
bajo el brazo
para alcanzar las peras
más altas del árbol.
Y un hacha
en la mano
para quebrar el roble;
prendía la estufa
y llenaba la casa de humo.
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Vianda
Cuando los días
llegaban nublados
y las montañas parecían
una cosecha de algodón
madre sabía
que era hora
de guardar el dolor.
Lo escondía en
una olla de barro,
seleccionaba las hojas
más verdes del laurel,
los pimientos más rojos
del huerto
y las espinas más largas
del rosal,
entonces maceraba
cada día hasta
que llegaba el verano,
lo servía en cuatro tazas
y nos llamaba a la mesa.
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La lluvia
cae como
pequeñas hormigas
sobre la tierra.
Cada una, en su oficio,
lleva dientes de león
sobre su lomo
pulen los cristales
y el carbón
que se escapa
de las minas,
depositan perlas
en las telarañas
en las ramas bajas
y sobre los cardos.
Siembran el sonido
en la parte más
alta del fresno,
cultivan lamentos
sobre los ciruelos
y lloran en los
funerales.
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Pescador
Es el pescador
quien levanta la mirada
y contempla la dirección
del viento.
Predice de qué
cordillera desciende.
Toma su sombrero,
su caña de pescar,
observa la corriente
y se alza a la deriva.
Deja su carnada
entre marea y marea,
y se pregunta
cuántas escamas
tendrá su pesca,
el balance exacto de sus
aletas
y cuántas vueltas sobre
la braza.
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Carboneras
Las mujeres de mi aldea
amasan el viento
con sus manos
y lo reparten al desayuno,
danzan por los pastales
donde las serpientes
no se atreven a cruzar,
ordeñan las vacas
de madrugada,
cavan la tierra
siembran la yuca,
tejen los cocos
a las palmeras,
y vuelven para el almuerzo.
Lavan las nubes
secándolas en el tendedero
y ciernen harina
sobre montañas
para dormir la noche.