Alejandra Becerra nacida en Bogotá Colombia en el año 1992 es autora de poemas publicados en la antología de poetas de los 90 de la revista la raíz invertida y en la antología de resistencia yo vengo a ofrecer mi poema.
Asistente a talleres de poesía ojo en la tinta y talleres de escrituras creativas de idartes.
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Instrucciones para hacer una cruz
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Envuelva el cuerpo deseado, saque tierra y de a poco vaya dejando la vida en el vacío de las piedras.
Para que los troncos sean recordados y los años que duren no se vayan por obra de los que sobreviven a la caída, riéguelos constantemente con saliva.
Con cuidado tome los pedazos de hierba que crecen a su alrededor y plante tres cuerpos más.
Con las manos sumerja la quietud en el rostro y olvide que tiene conciencia, los raspones habrán hecho polvo las rodillas y plantado sobre las sogas un aliento crecerá donde la memoria desaparece.
El silencio esa creencia de olvidar las palabras lentamente volverá raíces aquellos rostros que no decidieron ser suelo.
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El árbol de tu muerte
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¿Dónde ha nacido la rama y la sombra que ahora acomoda mi cuerpo en el fondo de la tierra? ¿Cuánto vacío de huesos soportará esta madera roída por la muerte?
¿Habrá compartido muertos o soy el único que invadió su eternidad de sombra, de fruta, de tallo, de claro, de bosque invadido con las sierras que cortaron su robusta inclinación de cielo?
¿Quién ha sembrado mi tumba y la de tantos que aún conservan el sueño de arroparse con la tierra?
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Creencias.
Edificamos las flores para formar la fragilidad de la tierra, creamos la muerte para sobrevivir en el mundo y vaciarnos sin encontrar el abismo, recorremos los pasos de los años en el cráneo de historia y cercamos el fondo del camino para creer nuevamente en el cielo, entramos en otros cuerpos sembrando las semillas en raíces que no dan frutos, germinamos en el suelo y allí mismo arrastramos la respiración para creer que los muertos hablan el idioma del aire.
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Horizontal
A Sylvia Plath
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Decidió la casa y los hijos
decidió ser el mundo de los hombres
decidió correr tras los pañales y la ropa sucia mientras se pensaba con la cabeza sumergida en el horno.
soñaba el día que las galletas y la leche fría alimentarían la vida, cuando el insomnio de gas escalara por las habitaciones e inhalara el suicidio del hijo en los años posteriores, el suicidio de su rival y la idea de una hija que no reconocía.
Hoy bajo las palabras
recuerdo el final y el comienzo de tus libros,
los pasos se acomodan a mi vientre en un instante de voces mientras
mueren los hijos en las piernas, la espalda, las manos y los huéspedes que habitan estas paredes
Muchos presenciamos la muerte de unos diarios en elogios de un esposo en pedazos, casi derrotado, en el reflejo de sus familias esperando en estos años que Sylvia regrese en el eco de una huella de gas.