Juan David Cáceres Pinzón, nació el 18 de abril de 1997 en Florencia, Cáqueta. Cursó sus estudios de primaria y secundaria en el municipio de Pitalito, Huila, donde tuvo contacto con maestros y maestras de lenguaje que le avivaron el espíritu creativo en la poesía. Estudió Licenciatura en Lengua Castellana en la Universidad Surcolombiana. Se desempeña como docente, gestor cultural y librero. Fundador de la Librería la Madriguera de la ciudad de Neiva.
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RETRATOS
I
La abuela habla
como despedazando
una colcha de retazos
que son sus recuerdos.
Se pierde su voz
en las paredes
que le hacen eco
a la ausencia.
Quejumbrosa,
irrumpe en el silencio
de mirarse en el espejo
y solo encontrar
sus ojos
sus brazos ya viejos.
La abuela habla
y pareciera no encontrar la voz
que la lleva a habitar
los lugares de su memoria;
Obstinada,
sigue pensando
que el tiempo no ha pasado
y que es noche de año nuevo.
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II
Mi abuelo
se colgaba su camisa blanca
como quien se pone los sueños
para salir a vivir.
Se vino por la vida
deshojando recuerdos
que a la vuelta de la esquina
prefirió olvidar.
Cuando él se iba,
yo no hacía más que esperar
la historia que vendría
a habitarme de colores:
la soledad de ser un pueblerino
que no sabía a dónde ir.
Ahora que yo me cuelgo sus camisas,
él empieza a hablarme,
mientras el recuerdo lo deja ahí,
poniéndose el sombrero,
fumándose el último cigarrillo:
queriendo encontrar los suspiros
que no le calmaron la vida.
El abuelo
no siempre llevaba su camisa.
En ocasiones,
con la mirada en los espejos
la hacía pedazos
para olvidar sus memorias.
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III
Mi madre
teje con lagrimas
sus sueños rotos,
mientras va hilando
la esperanza
que camina perdida
entre su mirada.
Día a día
va tras las palabras
en los lugares
donde aprendió amar.
Pero cuando se instala la noche,
no ve en el espejo
a la niña que soñaba,
y a grandes voces
empieza a romper
los retazos,
los sueños
y las esperanzas,
con la vana ilusión
de empezar a tejer
el amanecer.
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IV
En la sala de mi infancia
está mi hermana,
lleva las flores del jardín
en su pelo.
Recoge del pasto
las naranjas y las palabras
que sirven para aliviar
las desazones del alma.
Cuando en las noches se instala
la sombra,
nos arropa el vaho de lo incierto,
del que nos defendemos
con el amparo de su mirada,
que sin conocer nada
encontró refugio
en el camino.
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V
Mi papá
tiene una voz de bolero,
en su voz
caminan historias
con arpegios de guitarra
y lagrimas
y nostalgias
que empañan
de añoranza
la ventana.
Ya no lo veo,
pero esta canción
que se parece a la memoria
me hace distinguirlo
cantando
sus decires
bajo el palo de mango,
mientras hijos,
hermanos,
primos,
parientes,
reímos a carcajadas
y poco a poco nos vamos alejando
de eso que él siente,
cuando se regresa a su cuarto
y descubre su soledad,
al ver que nos marchamos
y lo dejamos con nuestro recuerdo
en la vieja casona sola.